La belleza de la selva natural Otonga
Por: César Tapia
Guía del Bosque Integral Otonga, quien inspirado en la belleza de Otonga escribió este ensayo en 1992, el cual fue publicado en la revista World of Woods
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Organizar y ser un guía de un bosque primario ha sido un trabajo duro pero me gusta mucho y me sirve de experiencia para diferenciar muchas especies de árboles por su color, otras por su olor, sus flores, frutos, sus hojas, formas, sus cortes, tamaños gigantescos y sus ramajes. He mirado especies de árboles que se agrupan en un solo lugar, como: el tumbil, el aliso blanco, aliso negro, callaraca, chinilli, las palmeras, ortiguilla y también la alubilla, este último es un árbol venenoso.
Un día de mucho sol, rendido por mucho trabajo en el campo, me senté un momento a reposar bajo un árbol mientras descansaba mirando y oliendo los árboles que estaban a mi alrededor, sentí que diferente es la sombra de un árbol o del bosque con la de una casa; miré que diferencia tenía el ramaje de un árbol de guayaba con los demás. Y al atardecer me puse a caminar y regresé a la cabaña; reposé la noche, como todo ser humano. Desperté las cuatro de la mañana, preparé un café, era el día siguiente, seguí caminando en el Bosque Integral Otonga, que tiene alrededor de 300 hectáreas, las que tengo que recorrer cuidando.
Vigilar una reserva no es trabajo suave, ni fácil porque tengo que caminar no una hora fija, a veces de seis de la mañana a cuatro de la tarde, muy temprano. Es cuando siento que los seres que viven en la reserva, me miran caminando a cualquier hora y tienen temor a que venga cazando animales como: osos, pumas, tigrillos, pacaranas, erizos, tejones, guatusas, monos, cervicabras, ardillas y aves como: pavas, gavilanes, tucanes, loros, venaderos, trepatroncos, guajalitos, halcones, torcazas, y muchas otras de las cuales no sé el nombre.
Para ver en el bosque todos estos animales, uno necesita de varios días y se debe caminar en silencio porque en la selva los animales se ahuyentan fácilmente.
Mi trabajo es cuidar, no destruir y no dejar que otros destruyan, ni que saquen del bosque plantas como la cascarilla o sangre de drago entre otras.
A mis 53 años, no es tan fácil pero tengo mucho cariño al bosque por lo que lo cuido responsablemente y lo haré hasta cuando pueda caminar y dar mis últimos pasos de mi vida. Luego están Elicio y Arturo, mis hijos, que conocen este bosque. Hemos sido guías para que otras personas lo conozcan. El Dr. Giovanni Onore nos ha orientado y ha hecho grandes esfuerzos para adquirir la tierra que será admirada por futuras generaciones, por su belleza. Los animales, pájaros, insectos y todo bicho de la tierra: es decir todo ser que existe ahí lo agradecerán, uniéndose en una solo voz, porque ahora tienen un lugar donde vivir. Es algo tan grande avanzar, progresar y proteger a partir del 1992 esta cantidad de hectáreas antes abandonadas.
Estoy consciente de que es difícil adquirir un bosque, se necesita mucho dinero y muchos trámites legales. Pero se superan todas estas dificultades con el afán de cuidar aves, animales y todo ser viviente.
Los que entran en la reserva tienen prohibido pintarse, perfumarse con fragancias porque la reserva ya es bonita y tiene todo lo que necesita. Tiene bosque primario para el gozo de visitantes nacionales y extranjeros.
Mi deseo es que vengan a visitar la reserva para que se alejen por un momento de esos malos olores que botan las fábricas, que se libren del aire contaminado; que disfruten de los aromas de distintas flores, que reconozcan las diferentes especies de insectos y que aprendan a escuchar los cantos de tantas variedades de pajaritos que viven aquí. La neblina fresca y la vegetación verde del bosque nos envuelven y nos hace parte de su espíritu. Vamos a caminar por senderos hechos con mis propias manos, con el sudor de mi frente, que serán mis herencias para cuando yo ya no esté; y quedarán impresas mis pisadas en esa Madre Tierra que Dios nos ha regalado.
En los descansos de nuestra caminata por el bosque, nuestros oídos se deleitan escuchando cantos de pajaritos nocturnos, varias especies de ranas y saltamontes. En otro rincón podemos mirar al anfibio otonga azul, comiendo tarántula y apareándose. Todas estas maravillas hemos visto junto a nuestros amigos canadienses con admiración y una sonrisa. Al final tomaron fotos para llevarse de recuerdo.
La reserva se sitúa en una colina a una altura de alrededor de 2000 metros. El área es agradable y fresca por las nubes que siempre la rodean. Me siento feliz de saber que nunca será destruida por fuego o por personas que cometan un error por no conocer el valor y la importancia que tiene el bosque.
Al contemplar el bosque me pregunto por qué los maestros de las escuelas no explican a sus niños la importancia que tiene la vida del arbolito, y la pérdida que se produce cuando se lo corta destruyendo la casa de los insectos y pájaros que viven y cantan en él. Yo estudié solo hasta el tercer grado de escuela y hoy siento la pena por no haber terminado si quiera la primaria y así podrían quedar mis hijos por no tener recursos para estudiar y hacer crecer su capacidad mental. Pero gracias al Dr. Onore que para nosotros es como un padre, y a las hermanitas religiosas de la Comunidad Marianista de Quito podremos estudiar y superarnos. Por eso a todos ellos les agradecemos de todo corazón.»